Un Consorcio de Investigación de Suicidio Juvenil centrado en la diversidad

Regina Miranda, Ph.D., Hunter College and The Graduate Center, City University of New York

(publicado por primera vez el 9 de enero de 2019)

Comencé a investigar las conductas suicidas en el año 2004, un año en que más de 32,000 personas murieron por suicidio en los Estados Unidos. El 2004 fue también el primer año en más de una década donde se observó un aumento en la tasa de suicidio en jóvenes en Estados Unidos. En 2004, la controversia acerca del uso de antidepresivos para tratar a niños y adolescentes también alcanzó su punto máximo. Esta controversia resultó en que la FDA emitiera una recomendación contra el uso de estas medicaciones en poblaciones pediátricas debido a que se temía que estos remedios podían aumentar el riesgo de pensamientos y comportamientos suicidas. Los esfuerzos para implementar estrategias preventivas, incluyendo el uso universal de encuestas de salud que permitieran identificar a jóvenes con riesgo suicida, encontraron también mucha resistencia alrededor de ese tiempo. Algunos grupos de personas pensaban que la identificación de casos llevaría al etiquetado de jóvenes como “con problemas,” lo que conllevaría al uso excesivo de medicaciones en niños y jóvenes. 

 

Paralelo a mis comienzos como investigadora de conductas suicidas en el 2004, hubo también avances científicos y teóricos muy importantes en los Estados Unidos y el Reino Unido que siguen guiando a la suicidología contemporánea.  Tal es el caso de los estudios acerca de adolescentes suicidas publicados por David Shaffer, quien fue mi mentor postdoctoral. También es el caso de las investigaciones epidemiológicas que determinaron la importancia de factores de riesgo demográficos, psicosociales y clínicos en el desarrollo de conductas suicidas. Durante ese período de tiempo también comprendimos que las personas en mayor riesgo no siempre comunican sus pensamientos o planes suicidas durante una entrevista clínica. Como respuesta a estos avances, el campo de la suicidología se abocó a intentar inventar “mediciones objetivas” que pudieran identificar mas efectivamente el riesgo suicida, incluyendo desarrollar toda una variedad de mediciones en laboratorios que variaban desde identificación de riesgo “implícito” a la identificación de marcadores biológicos, incluyendo pruebas genéticas y neurobiológicas. 

 

Desafortunadamente, y a pesar de décadas de investigación en suicidología que nos permiten identificar factores predictivos de riesgo suicida a largo plazo, aún no sabemos como determinar riesgo suicida inmediato ni predecir quien esta en riesgo de desarrollar pensamientos suicidas o intentar suicidarse. Y a pesar del gran desarrollo de teorías e investigaciones en suicidología desde el 2004, el número de personas que muere por suicidio en los Estados Unidos continúa aumentado.  Por ejemplo, en 2017, más de 47,000 personas murieron por suicidio en el país. En los Estados Unidos, las muertes por suicidio continúan aumentando mientras la tasa global de suicidios ha disminuído desde el comienzo del siglo XXI. Actualmente, el suicidio es la segunda causa de muerte entre los adolescentes y adultos jóvenes en el país. Más personas intentan suicidarse durante la adolescencia que en cualquier otro momento de la vida. Si analizamos la prevalencia de conductas suicidas en la edad adulta, veremos que la proporción de personas que piensan e intentan suicidarse entre los 18 y los 25 años es mas alta que en personas mayores. El suicidio en adolescentes y adultos jóvenes es particularmente difícil de predecir, ya que muchos mas jóvenes intentan suicidarse comparados al numero de aquellos que mueren por suicidio. No contamos en este momento con modelos teóricos de las conductas suicidas en jóvenes que ayuden a guiar investigaciones científicas. Este conlleva a que los investigadores de conductas suicidas en jóvenes utilicen inadecuadamente marcos teóricos desarrollados para comprender el suicidio de adultos. 

 

Otro elemento que también limita el avance de nuestra comprensión de las conductas suicidas en jóvenes es que los investigadores, en su mayoría, no comprenden ni integran los cambios demográficos de la población de los Estados Unidos en sus estudios. Por ejemplo, aunque solo aproximadamente la mitad de la población adolescente de los Estados Unidos es blanca (no hispana), y se estima que ese porcentaje disminuirá a alrededor del 40% para 2040, el 70% de las personas que participan en estudios longitudinales de riesgo de suicidio son blancas, un porcentaje que probablemente esta subestimado ya que no todos los estudios de investigación de suicidio describen las composición racial y étnica de sus muestras. Otro ejemplo del problema de falta de integración de la diversidad demográfica de la población norteamerica en los estudios de conductas suicidio se evidencia en que los datos nacionales sugieren que la tasa más alta de muertes por suicidio ocurre en la mediana edad. Sin embargo, esto solo es cierto entre los estadounidenses de raza blanca, pero no es así entre los norteamericanos de origen asiático, negro, hispano y nativo americano, para quienes el período de mayor riesgo es alrededor de los 20 años de edad. Datos recientes también sugieren que los niños negros tienen tasas de suicidio más altas que los niños blancos (lo opuesto a lo que se ha descripto para adolescentes y adultos). Nuestros modelos actuales de suicidología han desatendido la importancia de las características y cambios demográficos en la población norteamericana, y no son capaces de comprender como estos cambios deben ser integrados en los estudios de conductas suicidas en jóvenes. Dada la creciente diversidad de las características demográficas de los jóvenes en los Estados Unidos, y el aumento de las tasas de conductas suicidas en esta población, es urgente desarrollar teorías e investigaciones que nos ayuden a comprender el rol de las diferencias, no solo en términos de raza y etnia, sino también en términos socioeconómicos, de orientación sexual y de género, en las conductas suicidas. Tales modelos existen para grupos raciales y étnicos particulares (por ejemplo, adolescentes latinas) pero tienden a ser pensados como modelos solamente aplicables a grupos culturales específicos y con poca aplicación integrada en suicidología general. 

 

Nos hemos asociado en el Consorcio de Investigación de Suicidio Juvenil (Youth Suicide Research Consortium; YSRC) para ayudar a subsanar la falta de conocimientos en esta área de investigación.  De acuerdo con la misión de nuestro grupo, declaramos que "Somos una red interdisciplinaria de investigadores dedicados al estudio del comportamiento suicida de los jóvenes en poblaciones diversas, incluyendo diferencias raciales, étnicas, socioeconómicas, sexuales, etarias y de género. Tenemos por objetivo ayudar a disminuir diferencias en la prevalencia de conductas suicidas". Utilizando nuestra experiencia colectiva, nuestro objetivo es mejorar la investigación sobre la comprensión, evaluación, tratamiento y prevención del comportamiento suicida de los jóvenes; impactar el número y la calidad de investigaciones acerca del comportamiento suicida de los jóvenes de las minorías; y ayudar a avanzar las carreras de investigadores de diversos orígenes y disciplinas. En los próximos meses, este blog destacará nuestro trabajo en esta área. Sabiendo que los equipos de investigadores caracterizados por diversidad de perspectivas e identidades producen investigaciones de mayor calidad, esperamos trabajar con nuestros colegas y comunidades para realizar contribuciones significativas a la investigación de suicidios juveniles y ayudar a reducir el riesgo de comportamiento suicidas en poblaciones vulnerables.

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Teorías que explican conductas suicidas